a) Liderazgo educativo para la dirección. El liderazgo como influencia.
Se podría definir el liderazgo como la función de dinamización de un grupo o de una organización para generar su propio crecimiento en función de una misión o proyecto compartido (Lorenzo Delgado, 2004). Dirigir supone ejercer un liderazgo ante los miembros de cualquier organización de modo que el trabajo se realice de la manera más eficaz posible. En este sentido, en el ámbito de los centros escolares, la dirección exige motivar al profesorado y al alumnado para comprometerse con el centro educativo, y así, alcanzar los objetivos educativos que de forma común se han marcado. La dirección escolar exige por tanto que el equipo directivo coordine el trabajo de todo el profesorado dentro del centro educativo de tal manera que cada uno desempeñe el papel que se le ha asignado y/o ha decidido tomar parte y conseguir que tanto el alumnado como las familias focalicen su motivación hacia el plan de estudios que se les ha planificado. El liderazgo en el ámbito educativo, al igual que en cualquier organización no es algo circunstancial a ciertos sujetos o tipos humanos. Es, más bien, una función que el grupo subordinado (profesores, alumnos, familias) atribuye, según el momento y la actividad, a determinados miembros (director y/o equipo directivo) del propio grupo. Por tanto, no hay un líder para todas las ocasiones, sino que en cada contexto y en cada situación surge la persona o personas capaces de dinamizar y buscar soluciones al grupo. El liderazgo de la dirección escolar se podría conceptualizar como una función, una cualidad de la persona o personas que la ejercen y es una propiedad que reside en la comunidad educativa del centro.
En síntesis, se podría definir el liderazgo de la dirección escolar como la función de dinamización de un grupo de profesores, alumnos y familias para generar su propio crecimiento y satisfacción en función de una misión o proyecto de educación integral.
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